Noche de apariencias

"La puerta del bar se habre y veo entrar a un jovenzuelo, ¿que querra a estas horas alguien de su edad y ademas estando solo? Un momento, ahi algo en su boca...¡colmillos! Es un chiquillo buscando a una presa lo mas seguro. Odio que se paseen provocando el caos, solo me espantan a MIS presas, espero que no se pase de la raya, hoy no estoy de humor, mi pobre Sofia esta en el veterinario y el viaje hasa aqui me a dejado molido"

Sombrero de copa al lado, vodka on the rocks sobre la superficie brillosa de la madera. Se siente resbalosa contra los dedos; la acaba de lustrar el mesero. Así se encuentra al maravilloso Míster Gray, viernes por la noche; un pub de mala muerte al que entra cada vez que tenga ganas de escribir. No recuerda si es el South Pole, el Lord Taverley, u otro completamente distinto. En todos se le vende absenta a quien no tiene dónde caerse muerto, coca a los niños ricos sin nada qué hacer, cigarros a todo el mundo.

Piensa encontrarse con Bastian más tarde, dentro de un par de horas, antes que amanezca. A su niño le gusta cazar solo, sin que le esté mirando. Nadie se imaginaría la gran ternura que le causa el presenciar las malas maneras con que le reclama Bastian. Le recuerda a sí mismo cuando James recién le convirtió, y no era más que un muchacho engreído que siempre consigue lo que desea.

A veces olvida que aún lo es, cayendo en la inconsciencia de sus acciones. Muchas veces ha sido imprudente, cazando efebos en callejones, o peor aún, esperándolos en esquinas de escuelas. Recuerda la morbosamente publicitada desaparición de Dean Whitman, un joven estudiante de secundaria. Sus padres lo buscaron por meses. Tal vez lo sigan buscando. John no gusta de pensar en eso, a pesar de los años le revuelve las entrañas el pensar que sus víctimas tienen familia, amigos, tal vez hasta pareja.

Cuando él desapareció, nadie le echó de menos. James hizo bien en convertirlo. Pero, ¿acaso era lo correcto arrebatar niños a sus familias? En efecto eso era lo que eran, niños. Muchos de ellos recién salían de la pubertad, cuando él los cazaba.

Intenta dejar de pensar en ello.

El humo le molesta, a veces. No mucho, pero le molesta. Le hace toser, le deja los ojos llorosos, pero lo soporta con cansada indiferencia. (No hay nada que no vea con cansada indiferencia, últimamente). (Últimamente, todos los días son iguales. Debe ser el cielo gris de la bebé Bretaña, de un Londres tranquilo). (Todo es tranquilo).

La pluma corre sobre el papel amarillo, dejando rastros como de pisadas de mariposa; caligrafía de mujer, cursiva, corrida. Tinta negra que mancha cuando la roza con las manos (también manos de mujer, no sólo la caligrafía... dedos largos, blancos, delgados). Por bajo las pestañas observa a su alrededor. Hombres y mujeres todos, más que comida, seres amados.

Una sonrisa, mientras escucha la campanilla de la puerta. Levanta la mirada, y se encuentra con una presencia nueva y a la vez familiar. Muchacho. Como él, tal vez. Abre un poco los ojos, analizando al recién llegado, esperando alguna acción qué observar.

(( Llegué XD ))

"Prefiero no pensar en este joven, ahora tengo un problema mas grande...se me ha acabado el bluteki...tras tantos alos de vida e conseguido formar la bebida perfecta que combina tequila, blutropic y kiwi...y se me a acabado. Esto es intolerable, tendre que ir a la barra a pedir mas, pero este gentio que ahi ahora me va a impedir moverme libremente, pero abra que arriesgrase"
(A paso rapido me acerco a la barra apartando "suavemente" a los que me impiden el paso, pero al llegar a la barra esta ocupada, asi que me acerco a un chico que esta mirando la puerta ¿conocera al otro chico? ¿es otro vampiro?)
-Chico, ¿puedes dejarme un hueco?- (pregunto intentando no alzar la voz de mas)

Pensé: "No pienses no pienses!" Mientras dibujaba.
Esa gente extraña, la que ya estaba ahí y la que acababa de entrar. Tan pálidos., tan frágiles se veían... No pienses Zelman, dibujales! Eso me decía a mí misma.
Sonreía a los que tenía delante, mercaderes, como yo, de fraudes o genios. Negocios que hubo que hacer, paciencia que tuve con ellos. Ellos borrachos, yo aún serena por la costumbre.
"¿Porqué son tan blancos? Yo soy la más morena aquí, que no es decir mucho, pero... son tan pálidos... No pienses más!"
Insistía mi mano, en dibujar, y mi cabeza en divagar. "Algo extraño, hay algo extraño en ellos. Hay muchas personas en este sitio y sólo me he fijado en ellos, tienen algo..."
No supe decirlo con palabras en mi propia cbeza. Me limité a esbozar sus caras como pude. Se veían tan jóvenes, algunos radiantes de vida pero otros más apagadas. Mi mano no conseguía dibujarles a todos.
"¿Qué es esa aura que les envuelve? ¿Cómo se plasma eso?"
Me dije "Basta!", para seguir dibujando pero no podía... algo me llamaba la atención...

"Joder, he de felicictar al chico, vaya una pieza que se a traido aqui, ahi que tenerlo...¿se decia cuadrados?...bah, no importa en realidad, solo espero que se de cuenta de que al mitad del bar esta pendiente de ellos, y creo que yo y el chico que no me deja sitio en la barra somos los unicos que saben que son vampiros...ains...quiero una velada tranquila, espero que el chaval no monte un numerito, aunque pensandolo bien...quizas la dama de los cabellos dorados se divierta viendo en accion a un gran vampiro...¡olvidalo! la edad me afecta a veces, ya hasta me he olvidado de la bebida, pero mejor que finja o se dara cuenta de mi presencia sino lo ha hecho aun, quizas ahora no, pero dentro de un rato se dara cuenta de la realidad, de que no soy como el..."

Su sonrisa se ensancha al ver entrar al muchacho con una jovencita. El don de la empatía le da a conocer el ligero nerviosismo procedente de la mujer; la curiosidad proveniente del ser que primero le llamó la atención, aparte de la energía general del ambiente. La alegría desmesurada de unos jóvenes al costado, la miseria de los ebrios en la barra, probablemente ahogando las penas…

Y enojo. Furia reprimida, acercándose a él. Pronto tiene al portador del sentimiento frente a sí, ligeramente mitigado el sentimiento: le dice que le haga un espacio. A veces gustaría tener el poder de conocer las intenciones de otros seres, además de percibir emociones sueltas, irracionales.

Observa al moreno de reojo, percatándose de su irritación. Su rostro se tensa, de inmediato reconociéndolo como lo que es… un vampiro, como él. Aparta el rostro con prontitud, intentando ocultar su sorpresa. Hace como que no se ha percatado. A veces las cosas son mejores así, pasando inadvertido.

—Claro —murmura ausentemente, parpadeando lánguidamente bajo la luz amarilla. Aparta la libreta a un lado, dejando la pluma aún húmeda al costado. Aclara la garganta y se reacomoda en su asiento, volviendo la atención de nuevo hacia el joven de la puerta.

—Ha llegado uno, y otra… Ella, tal vez también —susurra para sí mismo más que para el extraño al que acaba de darle permiso a la barra, aún así perfectamente audible para los oídos del otro. Parece no prestar mucha atención a lo que dice, observándolos a ambos. Se siente de improviso algo cohibido por las nuevas presencias, y de en adelante se muestra sumiso, lo opuesto de una amenaza.

(( Me he demorado en postear la respuesta @_@ Aparte, ¿no creen que deberíamos tener un orden de posteo? Para así no saltearnos a nadie. ))

-Claro . Ha llegado uno, y otra… Ella, tal vez también-

"Por fin me deja sitio"
(Me acomodo en el asiento y apoyo un brazo en la barra mientras que con el otro busco mi cartera. Saco un billete de 5€ y mientras, el camarero se acerca)

-Gracias, chico. Camarero, un tequila con bluetropic y kiwi-

"¿Y este chico? ¿No sabe que als fotos duran mas tiempo? A este paso el otro va a darse cuenta, o peor, la chica de cabellos dorados...¿Por que no para de mirar? Vale, entiendo que no es normal ver a tantos vampiros reunidos, pero esto me parece demasiado, y la chica esta bien, pero no tanto como para quedarse asi...me veo forzado a actuar de nuevo, dichosos chiquillos de la noche"

-Oye, ¿no crees que a lo mejor quieren intimidad y tu se la estas arrebatando descaradamente? ¿No prefieres echar un trago de esto?-

"Y como se te ocurra decir que no te gusta la tenemos..."

Para ser un lugar de mala muerte era sorprendente cuan concurrido se encontraba, gracias a la inquieta multitud con la pobre mademoiselle nos encontrabamos muy apretados el uno contra el otro. Aun asi supo ingeniarselas para darse vuelta y que quedaramos cara a cara, baje mi vista y le sonrei dulcemente, era lo minimo que podia hacer por ella, dejarle ver el rostro del sujeto que se habia atrevido a aprovecharse de ella sin que importaran los buenos modales que habia utilizado para lograr sus fines.

Me incline hacia ella con cuidado, rozando accidentalmente su mejilla con mis labios por culpa del incesante movimiento de la gente, yo solo buscaba acercarme a su oido, al conseguirlo susurre.

- Espero no ser grosero, odiaria serlo con ud, pero parece que no fue de mucha ayuda, acabo atrayendo demasiadas miradas mademoiselle, más de las que yo desearia... -

Dije sonriendo al notar que ahora ya no eramos observados tan solo por el contrastante par de vampiros si no también por una joven mortal que no paraba de arrojarnos apasionadas miradas, tan intensas que llegue a pensar que si la sostenia por un instante más comenzaria a desnudarnos con la mirada. Era envidiable la entrega de los humanos, más aun la de los artistas como ella, digna de admiración.

Me voltee para volver a encontrarme con el rostro del inmaculado angel de cabellos dorados, tome sus manos entre las mias y nuevamente me acerque a su oido.

- Sin animos de ofenderla, anhelaba que me trajera un poco más de suerte mademoiselle -

Y hundi en mi rostro en su cuello buscando consuelo ante toda esta inesperada e intimidante atención. Bueno lo cierto era que no necesitaba consuelo, simplemente odiaba ser el centro de atención, al menos cuando no queria serlo. Tampoco queria opacar a la hermosa figura de la mademoiselle. Asi que opte por el bien mayor,por pasar inadvertido, y que mejor manera de hacerlo que ocultando mi palido rostro en un tierno cuello?... donde rizos del más puro oro se encargarian de mimarme acariciandome con la mayor suavidad, donde un perfume con aroma a dulce inocencia me calmaba adormeciendo los sentidos. Era el refugio perfecto contra el mundo, un paraiso que no querria compartir y en el que querria quedarme para siempre.

Le agradeci una y otra vez, cubriendo su delicada piel con tiernos besos que se mostraban afectuosos y a la vez respetuosos. Luego recorri el bar con la mirada, no podia bajar la guardia, porque a pesar de que el ambiente aparentaba ser alegre, con un fuerte olor a alcohol y carcajadas estallando por doquier, la tensión era demasiado notable como para ser ignorada. Aunque mucho de los humanos no se daban cuenta, bien por estar ebrios o porque eran algo despistados, la unica mortal que parecia percatarse del denso ambiente en el bar era la muchacha que seguia embelesada con el brillo sobrenatural de nuestras pieles y continuaba dibujando sin parar, como si su vida dependeria de ello.

En cambio el par de vampiros parecian estar más tranquilos, uno seguia sin mostrar debilidad alguna mientras que el otro, él de apariencia más fragil, no temio por mostrarse vulnerable, algo que me sorprendio bastante... pero de inmediato entendi que si continuaba pendiente de nosotros era por mera casualidad. No habia conocido a un vampiro como él, bueno no habia conocido muchos vampiros, pero sin ser un experto podia saber que de todos los inmortales aqui presentes no habia dos iguales y al saber esto no podia más que excitarme al pensar en como podia acabar esta noche.

Off: Establezcamos turnos, es una sugerencia de John que viene muy bien para poner orden. Los tirnos seran los siguientes: Eros, Gojira, John, Camille, Zelman. Espero que acepten, si no es asi y tienen alguna objecion por favor haganmela saber, pero no por aca... si no por mp. Saludos.

(( Ghidorah me ha cedido su turno, así que ahora postearé yo. n_n ))

De nuevo, la voz del otro vampiro le llama la atención. Es, más que una sugerencia, una orden implícita enviada en su dirección. Dejar de mirar tanto, y tan fijamente; es eso lo que se espera de él. Ladea la cabeza al lado, volviendo la mirada hacia el otro. Observa como pide una bebida, sin poder evitar distraerse un poco. Da un frugal sorbo a su vodka, plácidamente notando cómo el hielo se derrite y se funde con el líquido traslúcido… levanta el vaso del papel, dejando atrás un círculo de humedad, pronto a evaporarse.

—Acabaré el mío primero —contesta con la tranquilidad de un poeta transportado, quedándose con el vaso medio lleno en la mano.

Automáticamente toma de nuevo la libreta frente a sí, abriendo la página en que ha quedado. De nuevo salta a la vista la caligrafía apurada y cursiva al abrir el volumen encuerado. La pluma corre nuevamente por la superficie amarillenta, dejando rastros de negro a modo de palabras.

La libreta le absorbe. Entrecierra los ojos por el humo de cigarro, dibujando volutas etéreas a su alrededor, provenientes de un joven obrero a su derecha.

“Rostros familiares y a la vez tan distintos, las imágenes de fin de siglo que retornan con más fuerza que lo esperado. Un hombre y una mujer; o imitaciones de un hombre y una mujer, actores con complicadas tramas que a cada década se transforman hasta volverse irreconocibles.

Si alguna vez fui yo un muchacho, muchachos han sido ellos como yo. Otra cosa es que hayamos olvidado, y espero yo nunca dejar de rememorar. La mascarada es un intrínseco elemento de nuestras vidas, una celebración que jamás parece acabar.”

La pluma se detiene. Ensimismado en la escritura, relee el fragmento y acaba disgustado, como es habitual en sus procesos de autor. Se ha transportado. No es más John Gray el vampiro desempleado sino Damian Palmer, el crítico guión novelista. Al menos por un par de minutos, demuestra algo de seriedad, olvidando momentáneamente la presencia de aquellos seres peligrosos, tan parecidos a él, y al mismo tiempo tan disímiles.

Abandona temporalmente su escrito imperfecto, trivialmente descorazonado con su incompetencia como artista. Recorre con la vista la escena del pub, pasando de nuevo por los rostros de aquellos seres pálidos que desde un principio reconoció, como gusta de llamar a otros vampiros, inusuales colegas. Observa vagamente a los ebrios en la esquina; a una joven borracha echada en las piernas de un desconocido… y quien parece ser una joven artista.

Desde donde está puede escudriñar sus esbozos en el papel. Reconoce los rostros de los recién llegados, y sonríe para sí, algo entretenido. Hasta los humanos parecían percatarse de su diferencia, cosa que le era ligeramente divertido.

Seguía mirando anonadada cuando me di cuenta de que mis bocetos eran personajes de cristal. Mal, estaban mal. No parecían romperse, más bien debían tener un aura... inalcanzable. Esa era la palabra. Intenté fijarme en la chica. Ese pelo tan dorado me complicaba mucho a la vez que me fascinaba. Y ¿Cómo hacer esa dignidad que parecía irradiar de ella?
En un bar de ingleses borrachos casi todos gritaban, bromeaban o balbuceban algo con las caras rojas del alcohol, Menos ellos. Había visto antes ese resplandor, pero no sabía donde.
- Eh, ¿que haces mirando a la chica de la entrada?-
- Zelman deja de dibujar tanto y cuenta un chiste-
Casi olvido que estaba acompañada.
- Ah, me recordaba a un cuadro que tenemos. Mejor contad uno vosotros que quiero terminarme la cerveza-
- Pues deja de pensar en negocios! A ver si los franceses tenéis sentido del humor. Pues esto eran un padre que va...-
Volví a dejarlos hablando. Seguía mi mano con ganas de dibujar a los inalcanzables, y mi cabeza con miedo de que se dieran cuenta de mi curiosidad.
"No... uno bebe, otro parece que escribe algo, y los otros hablan entre ellos, o eso parece. No pueden darse cuenta." Convencida de ello seguí con mirada esquiva sus facciones, esta vez evitando dibujar sobre la mesa. Sólo pequeñas partes de ellos, luego ya las uniría.
Mientras estaba en mi mundo de preguntas sin respuesta oí algunas palabras en argot, mi inglés no era perfecto, así que no entendí que sucedía. Bueno, fue sencillo darse cuenta, empezaron a subir la voz y a agruparse. "Otra pelea de borrachos. Ya he visto tres desde que llegué a este país".
Ahora sí tenía un dilema en mente, seguir dibujando como si nada pasase, o atender a esa pelea.Mis acompañantes estaban encantados por verla, yo temía por mis dibujos y mi bebida. No sabía si apartarme para salvar ambas cosas o quedarme mirando, para no llamar la atención, y seguir viendo de reojo a esas personas de piel blanca...

"Esos borrachos se han llevado su merecido. Veo que ese chiquillo y yo compartimos al menos el gusto por la calma y el silencio, puede que al final me acabe cayendo bien y todo. Pero ya no va con la chiquilla de cabellos dorados...¡va con una humana! No, espera, quizas quiera convertirla en su presa, eso me recuerda que tengo que alimentarme"

(Me levanto y me acerco al tumulto que rodea a uno de los borrachos que se encuentra inconsciente con un charco de sangre en la cabeza...esta muerto, peor nos e danc eunta de ello)

-Lo llevare a un hospital, dejenme paso-

"Mi potente presencia les intimida demasiado como para que me repliquen, quizas luego se den cuenta, pero me da igual, yo ya tengo cena, y el tipo esta meurto, asi que no le importara"

(Salgo a la calle con el cadaver a msi espaldas y me acerco a un callejon solitario donde no llega la luz)

"Ha llegado al hora de la cena..."

Las interrupciones a su escrito imperfecto eran próximas a llegar. Un estrépito, el sonido del vidrio quebrándose…. Pelea, como siempre. Sólo le toma a John unos momentos para alzar la mirada y observar a los hombres, y mirarlos con la usual desaprobación. Debería ser más cuidadoso en escoger a qué lugares va para pasar el tiempo. (Aún no tiene idea en cuál se encuentra, normalmente el South Pole es algo más tranquilo. Debería ser menos distraído, más cuidadoso).

Quien separa a los combatientes es el ser que primero le llamó la atención, el muchacho pálido de cabello oscuro. Le entretiene observar la escena desde la periferia, sin ingresar a la zona de peligro. Está bien donde se encuentra, sin llamar mucho la atención. Para cualquiera, no es más que un poeta muerto de hambre intentando inventar alguna historia revolucionaria, todas las veces fallando en sus intentos.

Un hombre al piso, el otro al costado. Luego del empujón, el primero se mantiene inmóvil sobre la superficie de madera, sin el menor asomo de conciencia. John lo observa por un tiempo, pensando qué escribir a continuación, hasta que el vampiro mayor lo toma en sus brazos y abandona la estancia. Sabe bien lo que hará, mas no se preocupa. Debe tener la suficiente experiencia como para saber lo que hace, y no ser descubierto por los meros mortales que aún a tan altas horas siguen rondando las calles.
El muchacho etéreo pronto ha abandonado a la de rizos dorados, tomando asiento cerca a la joven artista. Sin siquiera pensarlo, deja sus objetos de escritura sobre la barra al lado de su vaso casi vacío, y se encamina hacia ella.

No sabe qué le dirá. Sólo desea hablarle, aunque sea por unos minutos; enterarse qué sucede en el mundo, él como vampiro aislado de su especie. Bastian, su niño, es tan o hasta más ignorante que él. Dada su reciente mortalidad y consiguiente debilidad, pasa la mayor parte del tiempo en casa, saliendo apenas de noche y evitando las tentaciones—el peligro de la luz solar, a la que es aún vulnerable; la amenaza de otros vampiros más poderosos.

También está James, su creador. No siente que debería buscarlo. Si bien conoce su dirección, el lugar en que vive, no le gustaría molestarlo. O mejor aún, no le gustaría ser molestado con él. Con sus constantes acosos y avances sexuales, James se ha ganado mala fama con John, quien ahora lo ve como un pervertido, constantemente hambriento de los placeres de la carne.

Esquiva a la gente del bar con asomo de nerviosismo, acercándose entonces a la joven. Antes de hablarle, le toca levemente el brazo, mostrándose ahora mucho más relajado luego de que la pelea haya sido terminada; aparte de la apresurada salida del vampiro mayor (no podía evitar sentir algo de inquietud, después de sentir su aura de aparente agresividad).

—Buenas noches —saluda, brevemente curvando la comisura de los labios en una sonrisa— ¿Viene por aquí a menudo?

Apenas empezó la pelea tuve tiempo de pensar. De la nada apreció uno de los modelos que estaba copiando en el papel y se interpuso entre ambos borrachos. "¿Pero qué hace?" No era el sitio ni las personas con las que mostrarse educado. No lo eran en absoluto. Ví como le atacaban y se acercaba lentamente hacia la mesa. "¡Está sangrando!"
- Buenas noches... espero que no les moleste mi presencia, solo permitanme quedarme un momento y juro que ni siquiera me notaran.
Mis compañero musitaron algo de aceptación mientras seguían ensimismados viendo el final de la pelea.
Casi me levanté para decir:
- Esto.. claro, claro que no molesta, siéntese. ¿Qué le han hecho?- Dije algo alterada. Indicándole la silla libre. "¿Por qué hablaba de usted en un sitio así, porqué a alguien que parecía más joven que yo?"- Siéntese aquí. ¿Quiere que busque un médico? ¿Se encuentra bien? ¿Pero porqué se ha metido en medio? Este tipo de gente es muy peligrosa y no tienen educación. Es decir, no me refiero a todos. Eso, no quiero decir que todos los ingleses sean maleducados. Sólo éstos. Bueno, los de ahí. Los que no tienen control. Quiero decir, no se ofenda, se ha portado como un caballero pero en un lugar como éste... Pero no es nada malo.
Después de una verborrea exagerada incluso siendo mía caí en la cuenta que delante mío seguían los bocetos. Y podía reconocerse entre ellos! Me senté de nuevo poniendo los brazos encima y adquiriendo una posición algo absurda, deseando que no los hubiera visto.
- ¿Le traigo algo de beber?- fue la última estupidez que salió de mi boca antes de dejarle hablar.

(( Ghidorah me mandó un PM diciendo que me cedía su turno esta vez. Espero que no se haga problema. ))

Por unos instantes, espera la respuesta de la joven, observándola con pueril atención. Posa la mirada en su cabello, vagamente imaginando cómo sería pasar los dedos entre las hebras doradas, abandonándose a una curiosidad terriblemente infantil. Se encuentra inconscientemente alzando la mano hacia su propio cabello, disgustándose en su vanidad por el carácter corriente del suyo. James toda la vida le ha dicho que es bello, y que por eso le adora. Y John toda la vida le ha creído, aumentando cada vez más su anacrónico engreimiento, la triste dependencia de sus cuidados.

En cuestión de segundos comienza a detestarle, creyendo sus palabras no más que mentiras. Un gran infantilismo lo invade de manera alarmante, odiándose por ser menos bello que la muchacha con quien comienza a entablar conversación: abandona el nombre de John por el de Dorian en predecible metáfora, y adopta de nuevo una conducta caprichosa, demandante.

Ni por un momento se le cruza por la mente la ridiculez de sus pensamientos. Y pensar que toda esta vorágine de celos comenzó por observar el cabello ajeno, tan hermoso bajo la tenue luz ambarina del pub. Se toma un par de minutos para ordenar sus ideas, de dejar de lado el berrinche interno antes de darle una respuesta en lo más mínimo decente. En lo posible debía ser respetuosa, al menos.

A veces no es suficiente escribir poemas acerca de jóvenes Narcisos, acerca de flores. El artista captura la belleza que observa, por más terrible que sea. El artista adora la belleza por más que abandone sus cuerpos; por más que nunca hubiesen nacido con ella. El artista es algo muy aparte del arte.

¿Es, entonces, egoísta de su parte considerarse a sí mismo una obra de arte? Es John Gray un ser egocéntrico, hasta arrogante, no hay duda de ello. Pero, acaso, ¿qué se puede hacer si toda una vida se le ha cultivado para serlo? Aún en su mortalidad, sobrevivía gracias a un lindo rostro, a unas manos suaves. Recordaba a los marineros a sus mujeres en casa, y hacía él lo posible en vencerlas en su propio juego; reemplazarlas en recuerdos, en fantasías. No fueron pocas las veces que perseveró.

Si pensar en uno mismo como una obra de arte es una acción egoísta, ¿es acaso inmoral pensar en otros de aquella manera? Porque, lo admite, la belleza de la mujer de dorados cabellos le absorbe casi tanto como cuadro de Botticelli, o de Velázquez, su eterno preferido.

Finalmente aparta la mirada, fingiendo distraerse por alguna conversación lejana, ajena a ambos. Al momento de devolverla, ha recobrado en parte la tranquilidad perdida, el arrebato de envidia.

—Estos lugares en general, sí. Este pub en especial, no estoy seguro —vacila ligeramente, ladeando la cabeza a un costado de manera poco seria, como intentando reconocer el lugar—. De todas maneras, es un buen lugar para escribir. Muchas cosas que ver. Usualmente distintas versiones de lo mismo. Igual, uno se acostumbra a ver las mismas cosas, con el tiempo. ¿Me entiende?

No quería estar sola en casa, de eso estaba segura. Así que solo decidió salir por una copa y fue a dar aun bar. No tenia muy buen aspecto, pero esperaba encontrara los que buscaba, una botella de vodka y compañía para esa noche.
Entro despreocupadamente, y evito mirar a la gente del lugar.
-un vodka- le dijo al barman sin levantar la mirada, solo esperando aquel liquido que le daría el valor de olvidar la timidez por un rato.
-aquí tiene- escucho decir al hombre.
Bebió un sorbo y recorrió con la mirada el lugar, ciertamente no había mucho que ver, algunos borrachos, una pelea por comenzar...lo tipico
Bebió otro sorbo sin mucho interes en el lugar
-definitivamente lo unico bueno aqui es el alcohol- se dijo en voz baja, siguio recorriendo con la mirada el lugar solo por aburrimiento, hasta que sus ojos se detuvieron en un joven, al parecer estaba dibujando o escribiendo no lo sabia con certeza, pero cualquiera de las dos opciones ya lo hacían fascinante… adoraba a los artistas, aunque todos los que conocía fuesen unos patanes.
Lo miro concentradamente, el parecia distinto a los demas ... aunque aun no sabia que era...

Spoiler:

El chico que tenía delante seguía tan amable, tan tranquilo. A pesar de que, posiblemente, había sido desagradable con sus antepasados o él mismo (ni siquiera sabía si era inglés, no tenía acento). Pensé un segundo en sus palabras para intentar ordenar mi cabeza y hablar, esta vez, con calma y sentido común.
- Oh, bueno, no. Yo ya tengo bebida aquí. De todos modos, no soy artista y tampoco muy reservada- agaché tímidamente la cabeza, definitivamente había sido demasiado impulsiva al hablar tanto- Sólo trabajo con el arte. Bueno, no es muy bonito dicho así, pero me permite ver cosas preciosas. Aunque suena a tontería, las pequeñas cosas, un lienzo con una gota de agua cayendo de un vaso dibujada, son preciosas.

Me había vuelto a ir a mi mundo de sueños. Volví a la tierra. Me dí cuenta que faltaba uno de los que había dibujado. Vaya, una luz menos. La chica cuyo cabello dorado me fascinaba estaba al lado del otro chico. Y yo tenía delante a otra luz.
"¿Porqué són así? ¿Qué tienen?", pensaba, "Es algo especial. Esa tranquilidad, todos estan igual de calmados, de seguros. Serenos. Y son pálidos, pero de una palidez fascinante. No creo que sean familia, o se habrían saludado... Los demás, no lo sé, pero este chico además parece muy educado. Además me ha llamado artista. Qué gracia, a mí... Espera, me ha llamado... ¿Habrá visto los dibujos? No, por favor, que no sea eso, que no sea eso..."

Mientras me torturaba pensar que podía haber visto los dibujos, y eso podía ser una bronca segura ya que a nadie le gusta que le dibujen sin permiso, volví a percatarme de la sangre. No parecía sangrar mucho, seguramente sólo era un rasguño pero... Pero aún así el estúpido pensamiento de no ver a nadie herido me podía. Soportaba las peleas. Es decir, me daba cuenta que ambos contrincantes disfrutaban con ello, incluso parecía gustarles el dolor. Entonces no era mi problema. Pero ver a alguien que tal vez podía estar sufriendo era otra cosa. Recordé cuando era pequeña...
"Encontré una libélula en el patio. Había caído en el agua de un charco y se ahogaba. La cogí con cuidado e intenté secar sus alas. Entonces vino mi padre, con esa cara borrosa del recuerdo, y me dijo que cómo la había cogido. - Por las alas- le dije. Y me explicó que si había hecho eso por mucho que intentase soplar para secarla la libélula no podría volar nunca más. Y me sentí terriblemente culpable"

De algún modo. No quería herir a nadie, a nada. Pero tampoco podía soportar ver a alguien herido. Temí, pero elegí intentar coger de nuevo a la libélula de mis recuerdos:
- Perdone pero, de verdad no quiere que le ayude? Tal vez si voy a buscar a un médico o le llevo al hospital estará bien. No quisiera que se le infectase la herida que le han hecho.